martes, 29 de julio de 2014

''Otoya-chan'' Capítulo once

Ese día empezó feliz. Todos estaban muy ilusionados por la fiesta de esa noche y la preparaban con una sonrisa. Cada uno se encargó de una cosa. Al final encargaron los dules a una pastelería. Invitaron a sus compañeros de la Agencia Saotome. Pronto se hizo de noche y todo ya estaba preparado. Habían hecho unos platos para picar y habían seleccionado una música fantástica. Adornaron una sala enorme muy iluminada, con sillones y sofás de colores. Habían hecho que Tokiya se quedara en su habitación, en parte para que fuese sorpresa y en otra parte por su estado. Aunque se había resignado al principio al final acabaron convenciéndolo.
Pronto la noche llegó. Cuando Otoya y Tokiya entraron en la sala, ya arreglados, todo el mundo ya estaba allí. Les recibieron con una gran sonrisa, primero todos los chicos, por último Haruka.
-¡Hola Tokiya! ¿Qué te parece? -preguntó con una sonrisa entusiasmada.
-Es genial -le dijo sonriendo con amabilidad.
Más personas le fueron felicitando por su recuperación y que ya había podido volver con ellos. La fiesta fue muy divertida y sin contratiempos, todos sonreían y reían. Las horas pasaron y la noche avanzó. Poco a poco la gente se fue yendo.
Otoya se estaba quedando dormido en uno de los sofás. Tokiya se acercó a él y sonrió tiernamente. Otoya tenía los labios entreabiertos y su pecho subía y bajaba por la constante respiración. Sus mejillas estaban algo rosáceas debido al ambiente de tanta gente y algo de alcohol. Se sentó a su lado y puso con suavidad la mano sobre su frente. Estaba algo caliente.
-Nee, Otoya -lo llamó en un susurro-. Creo que deberíamos ir ya a dormir.
Los párpados cerrados de Otoya temblaron un poco hasta que se subieron con lentitud. No terminaron de abrirse hasta que volvieron a cerrarse. Gruñendo medio dormido, escondió su rostro en el pecho de Tokiya mientras lo abrazaba. Murmuró algo, pero Tokiya no le entendió; ni si quiera lo escuchó, ya que estaba atento de Otoya y su repentino movimiento que le había dejado sorprendido.
Sonrió.
-Te llevaría en brazos, pero con la pierna así no puedo.
Otoya se incorporó, ya más despierto, mirándole con las mejillas rojas, esta vez por verguenza. Tokiya pensó en sus adentros que era adorable.
-Puedo ir solo... -Apartó la mirada. Se levantó, y se fue con los puños pegados a sus caderas. Tokiya lo siguió algo más lento a causa de las muletas. 
Otoya se paró al ver que Tokiya hacia todos sus esfuerzos en seguirle con la misma velocidad, pero no podía. Le sonrió alzando un poco las comisuras cuando éste le alcanzó y se fueron juntos hasta el ascensor.

Una vez llegaron a su habitación Otoya se tiró en su cama. Tokiya se sentó en la suya y comenzó a desabrocharse el zapato.
-Deberías darte una ducha, no te vendría nada mal -le dijo mirándole de reojo.
Otoya gruño y se levantó.
-Pero tengo sueño... -Se frotó un ojo. Suspiró y se levantó hacia el baño, cerrando la puerta tras de sí.
Tokiya se dio cuenta de que no habia cogido el pijama y se levantó para dárselo. Lo cogió del cajón y andó con una muleta hasta el baño.
-Eh, Otoya, te has olvidado el pija... -se quedó callado con los ojos abiertos de par en par. Había abierto la puerta, y Otoya ya se había desnudado completamente.
-¡To-To-Tokiya! -exclamó intentando taparse.
Soltó el pijama en el suelo del baño y cerró la puerta de golpe. 
Se quedó con la espalda contra la mareda, su corazón golpeando su pecho. Sentía sus mejillas ardientes, y sus ojos seguían abiertos de par en par. Acaba de ver a Otoya... desnudo... Vale que habían estado siendo compañeros de habitación durante mucho tiempo, he incluso eran muy buenos amigos, pero nunca de había presentado la oportunidad de verse los dos desnudos. Tokiya tenía grabada esa imagen, la del cuerpo de Otoya, su perfecto cuerpo. Sus mejillas se encendieron más y sacudió la cabeza como si intentase borrar aquella espantosa pero deliciosa imagen. Intentó olvidarse y preparó su ropa para entrar después a la ducha.
Minutos después Otoya salió del baño. Tenía el pijama puesto y la ropa de la fiesta pegada a su pecho, su mirada en el suelo. Tokiya no le miró a los ojos, avergonzado, y entró en el baño.  
Más tarde terminó de ducharse y salió, el pantalón del pijama puesto y una toalla sobre su pelo empapado. Se ayudó con las muletas y se sentó en la cama. Otoya estaba sentado en la suya, pegado a la pared. Leía una revista.
-O-Oye, Otoya...
Éste levantó la vista hacia él.
-Siento lo de antes, no me imaginaba que estuvieras desnudo, no es que quisiese verte, es que yo... -las palabras salían a trompicones hasta que Otoya lo detuvo con las suyas.
-No te preocupes, Tokiya -sonrió-. No ha sido nada malo. Somos novios al fin y al cabo, ¿no?
La palabra ''novios'' en los labios de Otoya retumbó en su cabeza. 
Y por alguna razón lo hizo muy feliz.
Sonrió ampliamente y palmeó el sitio de la cama a su lado.
-Ven aquí.
Otoya se acercó con una mirada algo avergonzada y se sentó a su lado, sus cuerpos rozándose. 
Tokiya pasó una mano por su cadera y lo pegó a él, dándole un beso en la cabeza. Otoya sonrió un poco y le dió un pequeño beso a él en los labios, algo que sorprendió mucho a Tokiya.
-Creo que de verdad te quiero -le dijo Otoya escondiendo su rostro colorado en el hueco de su cuello.
Tokiya sonrió con amor y hundió la nariz en su pelo rojizo.
-Yo también, Otoya.
Entonces Otoya levantó la cabeza y lo miró con los ojos abiertos, pensando en algo.
-¿Qué ocurre?
-Tokiya... ¿qué haremos cuando nuestros sempais vuelvan de viaje? Reiji volverá a dormir con nosotros dos y no tendremos tiempo para estar a solas... -le dijo con un tono preocupado.
Tokiya lo miró, dándose cuenta de la terrible verdad.
-No te preocupes -le tranquilizó, aunque también lo hacía para sí mismo-. Encontraremos tiempo para nosotros. -Otoya volvió a esconder el rostro.
-¿Qué pasaría si se enteran todos de lo nuestro...? -susurró de repente.
<><><><><><><><><><><><><><><><><><><><><><><><><><><><><><> 
Holaaa! Sé que me odiais porque hace muucho que no actualizaba ;w; Pero he estado sin nada de ideas, en las dos historias. ¡Justo en las dos me había quedado atascada! Sé que este capítulo es cortito, pero quería traeros algo >.< ¡espero que os haya gustado! ¡Nos leemos! n.n)/

lunes, 21 de julio de 2014

''Entre Dimensiones'' Capítulo 19: Sangre en el filo

Corría frenéticamente. Drake iba rápido por las calles, corriendo todo lo rápido que podía. Los dientes y puños apretados con fuerza comenzaban a hacer daño. Sus uñas se clavaban contra su piel. Pero eso no le imporaba, no era nada comparado con lo que estaba pasando.
<< ¿Sabes quien es Sheryl Hasting, verdad? Por supuesto que lo sabes. Bueno, habrás podido notar que ha estado ausente y no querrás pensar que le ha pasado algo grave, ¿no? Pues va a ser que tus peores miedos se van a hacer realidad. Sabemos quien eres, Drake Tisdale. Tenemos ha tu pequeña Sheryl, sí. Supongo que ya sabes cómo sigue esto. Tienes dienero, y no te va a importar intercambiarlo por tu novia. Solo podimos 200.000. ¿Crees que tu novia vale eso? ¿Quizás más? Llama a la policía y tu ella lo pagará caro. Queremos el dinero en el buzón de tu casa. Si no lo tienes antes de las 23:59 de mañana morirá. ¿Lo has entendido bien? Sabemos que lo pagarás, Drake. Esperaremos ansiosos. >>
Todo se veía negro. El aire estaba cargado, y se respiraba con dificultad. Oh, ¿era solo por eso? Ahora no lo sabía bien. Abrió los ojos lentamente. Daba igual seguía viendose negro. Comenzó a despertarse. Sintió que estaba sentada en una silla. Incorporó la cabeza que tenía echada hacia delante al haber estado dormida. Sintió como su espalda gemía de dolor ante la incómoda posición. Movió las manos, oegadas al respaldo. No podía; estaban sujetas con algo. Las retorció, pero no consiguió nada. Intentó pronunciar alguna palabra. Su boca estaba completamente seca. Empezó a recordar. Todo lo que había pasado. El día anterior, mientras volvía a casa por la noche, había sido atacada. No consiguió ver el rostro de su captor. Solo recordó que le habían tapado la boca con algo que la durmió. Cuando despertó automáticamente intentó escapar. Peleó cómo pudo, pero aquellos hombres que la habían encerrado eran demasiado fuertes, no había sido como esa pelea con Drake. Esto no era un juego. De repente sintió mucho miedo. La habían raptado. ¿Qué le iban a hacer? ¿Iba a morir? Le había golpeado lo suficiente como para poder volver a sacar fuerza e intentar huir de nuevo. Además no podía ver nada y estaba inmovilizada. Se quedó quita en aquella silla. No escuchaba nada, solo silencio. Prefirió no hacer ningún sonido ni movimiento por si había alguien más allí. No quería que supieran que estaba despierta. Volvió a mover las manos, pero las cuerdas estaba demasiado pretas. Sacó aire lentamente por la nariz. No iba a llorar, no se lo iba a permitir. Apretó los labios con fuerza, sin saber qué hacer. Decidió esperar a ver qué pasaba.
Sentía miedo, pero pensaba que sería peor. No era aterrador, pero estaba ahí en su mente. Sabía que podía defenderse, estaba preparada. Quizás fuese mejor solucioón no hacer nada y cooperar, ¿Qué querían en realidad de ella? Supuso que dinero. ¿Pero quien? Su familia no es que fuese rica especialmente, no iban a poder pagarlo así como así. No tenía sentido. 
De pronto algo le tocó la pierna. La apartó con rapidez, asustada.
-Oh, conque si que están despierta, ¿hm?
Era una voz grave, de un hombre por supuesto. No contestó, el corazón acelerado.
-¿No vas a decir nada? -preguntó la voz.
Sheryl se quedó callada unos instantes.
-¿Qué queréis de mí? -su voz estaba seca, sonaba ronca y más aguda de lo normal.
-Sólo dinero -contestó calmado.
-Mi familia no tiene dinero -dijo de inmediato Sheryl.
-Lo sabemos.
-¿Entonces...?
-No es a tu familia a quien le hemos pedido dinero -dijo cortante la voz-, sino a tu novio.
-¿Mi... novio?
-Es un poco arriesgado. Pero si de verdad te quiere nos dará el dinero.
-¿Drake? -se preguntó Sheryl a sí misma, susurrando.
-Exacto.
-Pero, él no es...
-No intentes poner escusas. ¿Te crees que no os hemos visto juntos? Eres la única persona a la que ese niño rico quiere de verdad.
Esas palabras entraron con fuerza en la mente de Sheryl. Era la única persona... que quería. No lo había visto nunca de ese modo. Intentó concentrarse en la conversación.
-Drake no es mi novio -dijo con firmeza.
-¿Te quiere?
-Sí, pero...
-Pues ya está -la interrumpio-. Si ese tío te quiere de verdad dará el dinero.
Sheryl respiró con dificultad. Maldita sea, habia metido a Drake en todo esto. Se preguntó si su familia lo sabría.
-¿Y mi familia? ¿Están enterados?
-No les hemos dicho nada.
Sheryl cerró los ojos comprendiendo. Mejor.
-Cuando tengamos el dinero te soltaremos. No queremos hacerte daño, al no ser que te resistas.
Sheryl torció los labios. No pensaba dejarse así como así.
Drake entró en el callejón. Parpadeó rápidamente. Sus ojos no eran de un tono verde, sino uno mucho más claro, casi amarillo. Se concentró de nuevo, cerrándolos. De repente su colgante comenzó a elevarse. Salió de debajo de su camiseta. Era una cuenta pequeña, de un cristal azulado, sujeta de una correa que pasaba al rededor del cuello de Drake. Siempre había estado ahí. Solo que escondida. A veces la dejaba en algún armario bajo llave, pero después de todo lo que estaba pasando decidió no volver a quitarsela nunca. Sus labios estaban cerrados en una linea. Esta vez la cuenta que se elevaba en el aire como si fuese magia comenzó a iluminarse. En pocos segundos brilló con mucha fuerza. El fulgor iluminaba el rostro de Drake desde abajo en el oscuro callejón. En cuanto Drake abrió los ojos de golpe la cuenta calló de nuevo, golpeando su pecho. Y así echó a correr con seguridad.
Con un movimiento brusco, le quitaron la venda de los ojos. Sheryl intentó enfocar. Estaba en una habitación no muy pequeña. Tendría el tamaño de un salón normal, quizás un poco más grande. No había ningún mueble, solamente la silla en la que ella estaba sentada. El suelo era cemento y las paredes igual. Todo estaba sucio y había manchas oscuras por las paredes. Había dos pares de ventanas diminutas distribuídas por las paredes, pero estaban tapadas con tablones de madera y solo debajan entrar unos pocos rayos de luz, los suficientes para ver. Aún así la habitación era oscura. Se podían ver en el aire el polvo flotando. El ambiente estaba cargado y había un extraño olor que Sheryl no reconoció, además de sudor. Volvió a intentar soltar sus manos, pero cada vez que lo hacía las cuerdas se le clavaban más. Aquel hombre estaba de pie suyo, con la mano en la cadera, mirándola con una sonrisa divertida. No tendría ni 30 años, era más joven de lo que Sheryl pensaba. Pudo ver que había más personas allí dentro, en silencio. De la misma edad que la otra persona. Entoces sus ojos encontraron la puerta, detrás del hombre. Era una puerta de metal, además estaba entreabierta. Su corazón saltó gritando salir. Estaba algo asustada, no sabía lo que esos hombres le podían hacer, aunque habían dicho que no querían hacerle daño. Pero quería huir, e iba a huir.
Levantó la mirada lentamente hasta el hombre. El hombre tenía una sonrisa en su rostro que enseñaba todos sus dientes. Se acercó de repente a Sheryl. Ella se sobresatló unos instantes con el corazón latiendo frenéticamente. Solo dio dos pasos.
-Eh, no te asustes, ¿sí? No voy a hacerte nada. -Se agachó hacia ella y sujetó su rostro con fuerza apretando sus mejilas con dos dedos. Lo movió hacia un lado. Sheryl cerró los ojos con fuerza-. Humm, quizás podamos sacar más dinero por ti si te vendiésemos. -Sheryl abrió los ojos y lo miró enfurecida. El hombre la soltó con un movimiento brusco, Sheryl se quedó con la cabeza agachada, ocultando su rostro con su pelo-. Mira, seamos amigos, no te asustes. Te diré mi nombre, soy John.
Obviamente Sheryl supo que era mentira. Alzó el rostro y le sostuvo la mirada.
-Bien... -comenzó Sheryl, en modo de persuadirle-. Pues si somos amigos, ¿por qué estoy atada?
-Humm, buena pregunta -dijo el que hacía llamarse John-. Es que... -puso voz aguda- me da miedo que te vallas y me dejes aquí -hizo un puchero.
A Sheryl le dieron ganas de vomitar.
-No me voy a escapar -sonrió de lado enseñando sus dientes también-. De verdad.
Podía notar el movimiento en la habitación. Habría unos cuatro hombres más.
-¿Puedo confiar en ti? -dijo como si nada John.
Sheryl asintió con una leve sonrisa.
-Bien, desatarla -le dijo a los demás.
-Pero jefe... -protestó uno de ellos.
-Cállate, se lo que hago -dirigió la mirada hacia Sheryl son su sonrisa, de brazos cruzados.
Un hombre fue hasta Sheryl y deshizo el nudo. Sheryl se frotó las manos.
-Gracias -dijo con los ojos cerrados.
De repente la cabeza de Sheryl pensó con rapidez. Vale, ya estaba libre. ¿Cómo conseguía llegar a la puerta? ¿Podría con todos esos hombres? Los miró uno a uno. Todos parecían muy fuertes, demasiado para ella. Si tuviese aunque fuese un arma...
De repente vio que uno de ellos llevaba un cuchillo en la mano. Apartó la mirada de él. ¿Cómo se lo quitaba? De momento estaba inmovil, la mirada de los hombres puesta en ella.
En ese momento escuchó un alboroto que provenía fuera de la puerta. Se escucharon golpes y gritos. Los cinco hombres se volvieron hacia la puerta. 
-¿Qué coño está ocurriendo? -gritó el jefe, abriendo la puerta.
Sheryl no se fijó mucho en lo que pasaba fuera, solo aprovechó la distracción para pegar una patada al cuchillo del hombre, que salió volando. El hombre se sorprendió y no reaccionó a tiempo. Sheryl se tiró para alcanzar el cuchillo del suelo. Lo cogió con las dos manos y se puso bocarriba. Todos estaban confusos, no sabían si atender a lo que ocurría fuera o coger a Sheryl. 
Se levantó agilmente y esquivó a uno de ellos. El segundo que venía a atacarla iba directo a ella.
-¡¡Cogerla!! -exclamó John.
Esta vez todos fueron a por ella. Sheryl intentó atarcar al hombre con el cuchillo, moviéndolo de izquierda a derecha. El hombre lo esquivó y volvió a por ella. Sheryl se agachó antes de que la agarrara y esquivó a otro. Al siguiente le atestó un golpe con la rodilla en el estómago, que hizo que se doblara en dos. Corrió hacia la puerta. No estaba siendo tan dificil como creía. De repente vio que estaba cerrada. ¡NO!
Unos brazos agarraron sus muñecas desde atrás y las alzaron en alto. Sheryl intentó quitarselo de encima dando una patada que hacertó en el punto débil del hombre, que la soltó al instante. Se volvió con el cuchillo en alto. Uno de ellos le vino por un lateral y ella acertó con el puñal en uno de sus brazos, pero sólo haciéndole una herida no muy profunda. De repente la golpearon por detrás, un golpe que le hizo caer al suelo. Intentó levantarte y echar a correr en el instante, pero tropezó y cayó al suelo. Antes de caer un puñetazo le golpeó con fuerza la cara. Choco con el suelo con el hombro y gimió. Otra patada acertó en su estómago de lleno. Jadeó con los ojos abiertos de par en par. Una mano agarró su pelo y le hizo levantarse. Se alzó como pudo, sujetándose el pelo por el daño. El cuchillo estaba por el suelo. Abrió un ojo y vio la cara de John enfrente suyo. Ahora daba verdadero miedo.
-Maldita hija de puta. Solo nos traes problemas.
La tiró hacia el otro lado, ella cayendo al suelo con un golpe. Sheryl escupió sangre por la boca. Algo ahí abajo tendría que haberse roto. Comenzaron a salirle lágrimas por los ojos. No había conseguido escapar y no podía aguantar el dolor que provenía de diferentes partes de su cuerpo.
De repente el sonido que se oía fuera se aproximó. Alguien agarró sus manos y las ató con fuerza.
-¡¿Qué está pasando ahí fuera?! -gritó John.
De repente la puerta se abrió de un golpe. Chocó contra la pared, provocando un gran estruendo. Sheryl tenía la vista nublada entre las lágrimas y el dolor. Vio una sombra. Tenía los puños cerrados a sus lados, de los que goteaba algo de sangre. El chico alzó el rostro. Era Drake.
Sheryl abrió los ojos de par en par. No podía creéserlo. Miró detrás de Drake. Solo había cuerpos tirados por el suelo.
-¡¿Quien coño eres?! -preguntó enfurecido el jefe.
-Soy Drake Tisdale. Vengo a recoger Sheryl -contestó limpiándose sangre de la boca.
-¡Drake! -exclamó Sheryl, los ojos abiertos de par en par.
Drake no la miró, simplemente se lanzó hacia los hombres.
Todo ocurría muy rápido. Todos los hombres estaban al rededor de Drake, intentando atraparlo, pero solo salían mal heridos. Drake los esquiavaba con una gran rapidez y los golpeaba con fuerza. Se les escurría cuando intentaban cogerlo, y él les respondía con una patada o un puñetazo. Dejó inconsciente a uno de un golpe en la cara. Sheryl intentó desatarse, pero estaba demasiado bien sujeta. No quería que Drake acabase mal. Uno de ellos lo alcanzó en el estómago, Drake salió despedido hacia atrás. Se levantó con rapidez y se agachó para evitar un puñetazo. Alzó el pie y consiguió golpear a uno de ellos en la cara. Cayó inconsciente. 
-¡¡Dame el puto cuchillo!! -grito el jefe. 
El que lo llevaba se lo lanzó y lo cogió en el aire. Intentó atacarle con el cuchillo hacia abajo, pero Drake se retiró hacia atrás de un rápido movimiento. De pronto uno de ellos lo golpeó por detrás. Drake cayó al suelo. Otro le dio una patada en cuanto tocó el suelo en el pecho. Drake gimió de dolor. Pero rodó hacia un lado, volvió a levantarse y corrió hacia el hombre para golpeaerle, todo en milésimas. Otro que cayó incosciente. Los dos que quedaban fueron a golpearle a la vez, uno de ellos John. Esquivó al primero y golpeó al segundo. Pero ocurrió algo. Cuando se volvió hacia John, el único que quedaba en pie, no pudo ver el cuchillo que cortó el aire. Se escuchó un sonido pegajoso. Drake tenía los ojos abiertos de par en par, John una sonrisa diabólica. La hoja se hundía en el estómago de Drake. John movió un poco más la mano y la hundió del todo, hasta el mango, haciendo sobresalir la punta por atrás. Sheryl lo miró, sus ojos desorbitados.
-¡¡DRAAAKE!!
><><><><><><><><><><><><><><><><><><><><><><><><><><><><

...


...


...


Me odiais, lo sé.
Bueno, la verdad es que esta historia se me ocurrió hacerla solo por esta escena. Y todo ha ido surgiendo hasta que por fin lo he escrito xD (sí, ya véis las cosas que se me pasan por la mente). ¿Quizás sea el final de esta historia? Tranquilos, que queda Jem xDD

lunes, 7 de julio de 2014

''Otoya-chan'' Capítulo diez

Otoya se había quedado dormido en el sofá de la habitación. Estaba tumbado de lado, su costado y sus caderas se elevaban y descendían lentamente, al ritmo de su respiración. Tokiya se había despertado esa mañana por culpa de la luz que se filtraba por la ventana mal cerrada. Se incorporó bostezando en silencio. Se giró hacia Otoya medio dormido. Sus labios se convirtieron en una pequeña sonrisa. Otoya se había quedado toda la noche a su lado, aunque él le había dicho que no hacía falta, que estaba bien solo, Otoya había insistido. La verdad es que eso lo hacía feliz...

En ese momento Otoya se despertó. Se incorporó sobre un codo. Se quedó medio levantado, apoyándose con una mano. Se frotó el ojo con un puño. Otoya siempre era adorable cuando se despertaba. Él vio que Tokiya ya estaba despierto.

-Buenos días... -dijo con voz somnolienta y los ojos medio abiertos.

-Buenos días -Tokiya le dedicó una sonrisa amable.

Otoya terminó de sentarse, estirandose con los brazos en alto, haciendo crujir su espalda.

-Dioses... Este sofá es horrible...

-Ya te dije que tendrías que haberte ido a nuestra habitación.

-Ni en sueños -le repitió-. No pienso dejarte aquí solo en este inóspito lugar -sacudiendo la cabeza.

-Bueno, solo ha sido esta noche, ¿eh?

-Ja -contestó Otoya en tono irónico levantándose para ir al baño.

Tokiya suspiró con una pequeña sonrisa, sabiendo que era imposible convencerle.

Cuando Otoya salió, Tokiya entró detrás de él. Gracias a Dios, como ya estaba consciente, le habían quitado el gotero. Salió y se sentó sobre la cama con las piernas dobladas, encendiendo la televisión. Se movió un poco y golpeó el sitio libre de al lado para que Otoya se sentase. Otoya, algo tímido, hizo lo que le indicó, aunque sólo se sentó al borde de la cama. Tokiya lo agarró de las caderas y lo atrajó hacia sí. Otoya se había sonrojado, eso le volvía loco. Los dos se quedaron viendo la televisión un rato, Tokiya sin mover su brazo.

-¿No... no vamos a desayunar nunca? -preguntó Otoya con la boca pequeña.

Tokiya sonrió diciendo que sí. Llamó a una enfermera y pidió que trajera el desayuno. Les hizo un favor y le trajo a Otoya un chocolate caliente de la máquina expendedora. Otoya se lo bebió a sorbos, las dos manos sobre el vaso.

Pasaron el día juntos, jugando a cartas, viendo la tele o simplemente hablando. Tokiya disfrutó de la presencia de Otoya, su sonrisa tan preciada constantemente en sus labios llenaron su corazón de una extraña alegría.

Las heridas de Tokiya no eran tan graves como parecían, simplemente se había desmayado por el golpe y el susto. Le quitaron la venda de la cabeza pronto, y tendría que estar un mes con la escayola de la pierna y muletas. No podría volver al trabajo en mucho tiempo, pero al menos podría pasar más con Otoya.

Al día siguiente le dieron la baja en el hospital. Volvieron a la Agencia Saotome donde todos les esperaban. Cuando entraron en el vestíbulo, vieron a todos sentados en los sofás que había para descansar. Se levantaron de golpe cuando vieron a Tokiya y Otoya entrar por la puerta. Haruka fue la primera en acercarse.

-Hemos estado muy preocupados por tu estado, Tokiya, ¿qué tal estás? -preguntó con una sonrisa amable.

-Estoy perfectamente, sobretodo gracias a Otoya -dijo devolviéndole la sonrisa.

Haruka soltó una pequeña risilla mientras Otoya apartaba la mirada, avergonzado.

-Si no he hecho nada... -dijo abrazándose a sí mismo. Tokiya rió antes de responder.

-Claro que sí, Otoya, me hubiera sentido muy solo y apenado allí dentro si no hubiera sido por ti, y aún con todas mis insistencias de que podías marcharte a casa, pediste un día libre y te quedaste conmigo. -La mirada de Tokiya, posada en Otoya, brillaba, llena de felicidad.

-Siento que no nos hubieramos podido quedar nosotros, Ichinose-san... -dijo Haruka, apenada, sacudiendo la cabeza, como si fuese obligatorio disculparse por todo ello-. Teníamos trabajo y...

-Nanami-san -le interrumpió Tokiya-, no te preocupes por esa tonteria, en serio -sonrió de lado ladeando la cabeza-. Todo está bien, entiendo vuestra situación, no os obligaba a quedaros.

Todos sonrieron en ese momento, el aura que se respiraba en aquella habitación era de felicidad y alegría.

-Mo, Tokiya...* ¡nos has tenido muy preocupados! -exclamó Syo-. Mira que tener un accidente... -le dio un suave golpe con el puño su hombro-. Ya te vale.

Tokiya rió frotándose el hombro.

-Bueno. Yo... siento haberos preocupado tanto -se inclinó disculpandose-. Perdonarme.

-Ichinose-san, todo ahora está bien -dijo Natsuki con un tono feliz-.

-Nee, tengo una idea* -dijo de repente Ren-. ¿Y si hacemos una fiesta para celebrar que Tokiya está bien?

-¡Que buena idea! -exclamó Natsuki.

Masato asintió.

-Me gusta.

-¡Eso suena genial! -dijo feliz Haruka-. ¡Hagámosla mañana por la noche! ¿Qué os parece? Podemos invitar a todos de la Agencia.

-¡Sí, y hagamos muchos dulces! -sonrió Cecil.

-¡Eso puedo encagarme yo!

-¡NO, NO, NO, NATSUKI! -chilló Syo.

-¿Eh? ¿Por qué no?

Otoya soltó una risa incómoda.

-Ya los encargaremos, ¿sí?

-Eso, eso -contestó Syo.

-¿Hmm? ¿Qué hay de malo en que los haga Shinomiya-san?

Syo y Otoya miraron a Haruka con rostros ensombrecidos, diciéndole indirectamente que era mejor no ir por ahí y dejar ese terreno en paz. Haruka se cayó al momento. Todos miraban extrañados a Otoya y Syo, pero en seguida se olvidaron del tema.

Después cada uno se encargó de una tarea. Irían a comprar todo lo necesario por la mañana y lo decorarían todo para la noche. Como era tarde cada uno se fue a cenar y ya a dormir.

Otoya ayudó a Tokiya a subir y ya entraron en la habitación. En seguida cenaron y se quedaron un rato viendo la televisión. Todas las luces estaban apagadas y solo la de la televisión golpeaba sus rostros con las imágenes. Otoya tenía su cabeza apoyada en el hombro de Tokiya. Había cerrado sus ojos y estaba comenzando a dormirse. Tokiya alzó su mano y comenzó a acariciar sus cabellos rojos con la mano. Su pelo era muy suave. Acercó su nariz y lo olió. Olía a fresa. Tokiya sonrió por la coincidencia de que su pelo también fuese rojo. Mientras lo acariciaba, Otoya soltó un ronroneo, como si fuese un pequeño gatito que necesitaba protección. Estaba dormirdo, con una pequeña sonrisa en sus labios, muy, muy pequeña, pero lo suficiente para verla. Apagó la televisión para irse a dormir ya. Él también estaba agotado.

-Otoya -susurró-. Vamos a la cama.

Como Otoya no tenía un sueño muy profundo se despertó un poco.

-Hu...Humm, sí... -susurró en una voz baja y aguda.

Casi a rastras fue hasta la cama, donde se tiró. Tokiya sonrió y le ayudó a taparse.

-Ne, ¿no me vas a dar un beso?

Otoya abrió con poco los ojos y apartó la mirada, sonrojado.

-Sí..

Tokiya sonrió y acarició su mejilla suavemente antes de acercar los labios a los suyos y besarlo tiernamente. Se separó de él y lo miró con amor.

-Que duermas bien, pequeño.

Otoya casi estaba dormido de nuevo, con los ojos cerrados. Dijo las siguientes palabras inconscientemente:

-Sueña conmigo... -susurró en una voz muy baja.

Tokiya sonrió ampliamente.

-Eso haré.

Se fue hasta su cama y ahí se durmió, soñando con Otoya.

<><><><><><><><><><><><><><><><><><><><><><><><><><><><>

*Estas expresiones se utilizan en Japón. Quizás no se escriban exactamente así, pero suena algo parecido a cómo están escritas. El primer semblante expresa queja, quiere decir algo así como ''joo'' o ''jolín''. La segunda es para llamar la atención a alguien, como decir ''oye'' o ''escucha''.