Pero su alegría no duró tanto tiempo.
Tokiya estaba preparando el desayuno cuando vió que Otoya se levantaba. Llevaba el delantal puesto. En ese momento estaba friendo unos huevos que tenían una pinta estupenda. Cuando Otoya se incorporó y se sentó en la cama él se volvió.
-Buenos días -dijo con una sonrisa.
Otoya se frotó un ojo, aún dormido.
-Ohayo -contestó con una cansada y aguda voz. Luego bostezó.
Tokiya apartó la mirada y se concentró en los huevos, levemente sonrojado. Otoya estaba muy mono así. Era tan adorable cuando se despertaba...
De repente olió a quemado. Olisqueó el aire y tardo en darse cuanta unos segundos de que se le estaban quemando los huevos.
-¡¡Wo, wo, wo, wo!! -exclamó sacándolos del fuego y dejándolos de malas maneras en el primer plato que encontró. Se habían quemado. Suspiró.
-¿Qué ha pasado? -preguntó Otoya sorprendido.
-Los huevos. Se me han quemado -dijo para acto seguido tirarlos y comenzar a hacer otros.
Otoya no contestó y se dirigió al baño para asearse.
Cuando Otoya salió ya cambiado Tokiya ya había preparado el desayuno.
Otoya se sentó en la mesa y contempló su estupendo desayuno.
-Vaya, ¿qué te ha pasado para que hicieses este desayuno? -dijo alzando la cejas.
Tokiya se encogió de hombros antes de responder:
-Estoy de buen humor -dijo sin poder evitar alzar las comisuras de los labios levemente.
El desayuno consistía en los huevos que acababa hacer Tokiya y una lonchas de beicon jugosas. Puede que algunas personas comieran eso como desayuno gran parte de los días, pero ellos no estaban acostumbrados a desayunar así. Siempre comían dulce.
Otoya comenzó a comer sin pensárselo. Saboreó el primer bocado.
-Mmm... está delicioso.
-Gracias -contestó Tokiya antes de llevarse un trozo de beicon a la boca.
Mientras desayunaban Otoya preguntó curioso:
-¿Y qué ha ocurrido para que estés de tan buen humor?
Bueno, teniendo en cuenta cómo acabó el día de ayer... Escucharte cantar y tocar para mí fue una sensación maravillosa, no pude sentirme más feliz. Y cuando unimos nuestras voces... Esa perfecta armonía parecía describir el cielo, solo eso.
Se encogió de hombros.
-He tenido un buen despertar.
Otoya asintió en silencio; luego continuó comiendo.
Tokiya lo miró curioso, parándose a pensar.
Después de lo que pasó ayer, ¿por qué estaba tan serio? Se lo habían pasado muy bien juntos, como nunca lo habían hecho, a pesar de los buenos amigos que eran. Prácticamente Otoya se había acostado con una sonrisa aún en sus labios. ¿Había soñado algo malo? ¿Algo que le hiciera recordar malos momentos? ¿Una pesadilla?
Alzó la mirada. Seguía masticando con la vista fija en el plato, sin decir palabra. ¿Qué había sido de la maravillosa tarde del día anterior? No comprendía nada. Parecía como si no hubiera sucedido nunca. Volvió a mirarlo. Nada. Ninguna expresión. Ni tristeza, ni enfado, ni dolor. Nada. Simplemente miraba su plato, con unos ojos vacíos, sin ningún brillo. ¿Qué estaba pasando?
Tokiya suspiró y cogió aire para hablar, pero en ese momento Otoya lo interrumpió levantándose.
-Gracias por el desayuno, estaba delicioso -dijo poniendo una sonrisa que sabía que era falsa.
Alzó una ceja, sin creérselo.
-De nada...
Otoya retiró su plato y su servicio. Tokiya se giró para mirarle cuando pasó a su lado. Dirigió la vista a su comida. Ya no tenía hambre.
Se levantó también y guardó su comida en la pequeña nevera. Vió cómo de repente Otoya se apresuraba por salir de allí, aunque intentaba disimularlo. Limpió un poco la mesa por si había quedado alguna mancha. Pilló a Tokiya mirándole y sonrió demasiado forzosamente como para que no se diese cuenta. Dejó rápidamente el trapo sobre la fregadera y se dio la vuelta para salir por la puerta. Tokiya le agarró la muñeca evitando que continuase su camino.
Otoya miró su mano enroscada en su muñeca soprendido.
-¿Qué ocurre? -preguntó mirándole a los ojos.
Tokiya lo soltó y seriamente dijo:
-Eso mismo me pregunto yo.
Los dos se miraron fijamente, sin decir una palabra. El silencio era pesado, y lo decía todo. Veía como los ojos de Otoya buscaban una respuesta genialosa.
-Oye, Tokiya, debo irme.
-Esa escusa cansa, Otoya -dijo de inmediato Tokiya-. Y es patética.
Otoya se encogió cuando escupió esa palabra. Se arrepintió de inmediato de haber dicho eso. Otoya agachó la cabeza acobardado. Su corazón dió un vuelco. Volvió la cabeza con el flequillo tapándole los ojos, para que Tokiya no lo viera.
-Otoya, ¿que pasa? -dijo esta vez suavemente.
Se mordió el labio y se metió las manos en los bolsillos, aún con la cabeza gacha.
-Nada. Simplemente... estoy confuso. -Se encogió de hombros.
¿Confuso sobre qué?
-¿Por qué?
Otoya se quedó en silencio, dudando en si responder o no.
-Da igual -dijo quitándole importancia.
Pero Tokiya no iba a rendirse tan fácilmente.
-Otoya, no pasa nada si me lo cuentas. Somos mejores amigos, siempre lo hemos sido. Hemos compartido habitación durante años... y siempre nos hemos contado nuestras preocupaciones. Y ayer... nos lo pasamos tan bien...
Otoya lo miró con una sonrisa triste.
-Creo que eso no pasó cuando no me contaste que eras Hayato.
Tokiya lo miró con los ojos abiertos de par en par. Era como si le hubieran dado un cuchillazo en el pecho. Porque... tenía razón.
Mientras Tokiya había estado estudiando en la Academia Saotome, había sido Hayato, un famoso idol que era amado por millones y millones de fans. Mientras estuvo en la Academia Saotome, se había hecho pasar por su hermano gemelo, Tokiya Ichinose, que en realidad no existía, ya que era él mismo. No se lo había contado a nadie, simplemente lo sabía el director, que era quien lo había llevado hasta allí. Tokiya quería estudiar allí porque odiaba su vida como Hayato. Casi no podía cantar, solo eran entrevistas, firmas, etc. Nada de canciones. Según su agente, eso era lo mejor para él. Pero... ¿por qué iría a volver a debutar si ya era un idol? Para alejarse de todo eso, por nada más. Haruka lo descubrió, ya que ella era admiradora suya. Sólo lo sabía ella. Ni Otoya ni nigún miembro de Starish (que en ese entonces no existía, pero todos eran amigos) sabían aquel secreto. Poco después tuvo que confesarlo todo, ya que ellos sosprechaban demasiado. Ahora sabía cómo se sentía Otoya. Se había preocupado tanto por él... Y él no había hecho nada por Otoya. Y además él lo había intentado ocultar. No quería hacerle daño.
Su pecho comenzó a doler, y a doler, y a doler. En realidad era su corazón sufriendo. Se arrepentía de todo. Tokiya conocía de más tiempo a Otoya que a Haruka, y ella sí que lo había sabido... Otoya debía sentirse horrible, destrozado, alejado, como si no valiese nada. Apretó los puños y se atrevió a alzar la vista y mirarlo a los ojos.
Otoya seguía con esa sonrisa, pero es sus ojos había lágrimas.
Entonces andó hasta la puerta y salió, dejándolo allí solo.
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